Jhonnatan
Curiel
(Tijuana, 1986)
Reescritura a un poema
de David Meza, en el capítulo Luis,
dentro del libro El sueño de Visnu
(2.0.1.2. Editorial)

Creo
en Dios como la única palabra. Creo en Dios al mirar mi reflejo en su espectro.
Creo en Dios al extremar el dolor. Creo en Dios como la puerta magnánima y
total. Creo en Dios como un día cosido a la distancia. Creo en Dios como la
fuente natural de colores. Creo en Dios cuando la gente lo confunde con
puritanismos. Creo en Dios cuando se arruga como una sábana. Creo en Dios al
brotar en un puñado de tierra. Creo en Dios como la luna al respirar dormida.
Creo en Dios como los Arcoiris en la luz. Creo en Dios sin las barbas y los
dedos llenos de cuerdas. Creo en Dios al triangular mi sueño con el bien y el
mal. Creo en Dios y tengo los puños llenos de mar para probarlo. Creo en Dios y
se materializan mis rumbos en diagramas de claves. Creo en Dios al alojarme en
los rincones. Creo en Dios junto a los gatos erizados de miedo. Creo en Dios al
mirar tristeza en el nudo de los ojos. Creo en Dios al desaparecer en los
otros. Creo en Dios al saber que cada autopsia deja una canción. Creo en Dios
cuando el éxtasis es una manera de anularnos, cuando las estrellas se parecen
tanto a las células. Creo en Dios como ese gran electrón. Como la fruta
universal perfecta. Como el árbol de la posibilidad. Creo en Dios al remar
hacia los límites. Creo en Dios al desvestirme de sombras religiosas, y nadar en el agua del tiempo, solo. Creo en
Dios
como el navegante en el horror de la civilización. Creo en Dios y sus
palabras son las mismas palabras que me cosieron los labios. Creo en Dios y he
visto la sangre. Creo en Dios y reptiles se retuercen el corazón. Creo en Dios
y la desesperanza es un veneno sobre las caras vacías. Creo en Dios y la penumbra
se impone. Creo en Dios cuando los rayos de la noche se enredan al cabello.
Creo en Dios cuando el capullo florece en el rincón de la tierra. Creo en Dios
al desprenderme de mis fisuras de ser. Creo en Dios cuando me como las heridas.
Creo en Dios cuando punza. Creo en Dios cuando una mujer se desnuda en la
brisa. Creo en Dios como un pequeño volcán, a punto de expulsar magma azul.
Creo en Dios cuando me pongo al filo de él, cuando estoy a su costado y me
siento en el abismo, con la cruz hecha pedazos en su palma, y él sentado en la
palma. Por eso creo en Dios cuando está enfermo, cuando la fiebre llena de
gusanos la piel, despierto empapado en pesadillas, luna y mar como la fuerza de
su tacto, ola de locura, escritura sobre la corporalidad. Creo en Dios al abrir
los ojos y buscar dentro de mi alma. Creo en Dios al escucharlo en las hojas de
los árboles. Creo en Dios al distinguir su aroma entre los sexos. Creo en Dios
al estrujarlo como si fuera un puñado de sal. Creo en Dios al probarlo en los
huesos de los mangos. Creo en Dios al intuirlo. Creo en Dios al vaciar el mar y
llenarlo de lágrimas. Creo en Dios al construir un templo con una sola palabra.
Creo en Dios al aparecer en otro planeta con los pies descalzos. Creo en Dios
como en los soles de plata. Creo en Dios desde el momento en que pude respirar.
Creo en Dios hasta el momento en que muera. Creo en Dios hasta que muera de la
muerte a algo que no es nacimiento. Creo en Dios al escribir que moriré encima
de un cometa hacia la estrella más cercana. Creo en Dios y me gustaría tener la
mirada de venado cuando vaya a morir, fija y absoluta hacia un horizonte
magnífico. Creo en Dios porque la selva se volvió de cristal, adentro quedaron
árboles por millones de años. Creo en Dios con las manos y los pies hacia el
cielo. Creo en Dios como la cascada rosa de la dicha. Creo en Dios sin decir
cuál es el lado de la moneda que prefiero. Creo en Dios porque los caballos
volaron al correr tan rápido. Creo en Dios como el caparazón cree en la
tortuga. Creo en Dios al retorcerme como raíz en las piedras. Creo en Dios al
leer el código de la ternura espiritual. Creo en Dios cuando la fe me hace
preguntas. Creo en Dios en los momentos más desesperados. Creo en Dios y mi
diálogo con él es tan silencioso que no existe. Creo en Dios y estoy cantando
que alguna vez hice mi casa con escombros de la última ciudad sagrada. Creo en
Dios porque atravesé los desiertos de asfalto solo, viendo las cicatrices
abiertas en la tierra. Creo en Dios porque vi el reflejo del Arcoiris en aceite.
Creo en Dios al subirme a los barcos que me llevarán a mis recuerdos de niño.
Creo en Dios cuando hay lagartos en el camino, y tijeras para cortarlos de la
angustia. Creo en Dios al recordar los valles solitarios. Creo en Dios al ver
un niño junto al árbol de la eternidad. Creo en Dios al tocar centellas en sus
frutos. Creo en Dios al entrar a la dimensión orgánica. Creo en Dios cuando
alumbra en el alma. Creo en Dios porque los rumbos me lo reiteraban de
diferentes maneras. Creo en Dios con las preguntas acumuladas en las uñas. Creo
en Dios y podría creer en los elefantes nómadas o las ballenas que nadan en mis
sueños. Creo en Dios al preguntarme dónde duermen esos gigantescos mamíferos, y
no hay otro lugar más vasto que la mente. Creo en Dios y me siento cansado de
ver paisajes devastados. Creo en Dios y me duele escuchar este llanto. Creo en
Dios al pincharme la lengua con agujas, y tratar de recordar ese idioma que
aprenderé en el futuro. Creo en Dios al saber que una parábola contiene el
equilibrio del mundo. Creo en Dios al santificarme los párpados con pétalos.
Creo en Dios al purificarme de toda palabra, de todo lenguaje, y de todo Dios [[R
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