Aurelio Mexa (Ciudad de
México, 1985)
De Región
méxico, (H)onda Nómada Ediciones, 2013
[I / 2005]
De noche
suena el estruendo de miles de animales e insectos en el agua, en el aire, en
el lodo, en el mar, revolviéndose y llamándose de un lado a otro de la laguna,
donde Chacahua sigue pero ya no es el mismo, incluso el nombre del pueblo se
transforma extrañamente en “La grúa Chacahua”.
De día
también se refleja la vida en el agua
pero brota
más silenciosa
como si
temiera molestar a quien la lastima.
No sé cómo es
que llegué a la conclusión de que escapar es el gesto más valiente, pero sé que
fue aquí donde en realidad empecé mi poema para ti.
[II / 2007-2008]
Esto es
seguramente lo más cerca que estaremos de volar:
te estoy
cargando en la laguna y te protejo del sol con mi propio cuerpo
mientras
avanzamos el agua nos recorre y nos acerca…
***
No teníamos
relojes siquiera, según mis cálculos el año nuevo había pasado hace algunos
minutos, pero la gente igual seguía bailando alrededor de la fogata, luego de
un rato los djemberos aumentaron la velocidad, nos envolvía una trama de sonido
y fuego, alguien se puso a contar y los demás lo siguieron, ¡9, 8, 7…0! Y nos
dimos un beso que duró el año entero, hasta parecía que por fin habíamos
vencido a la distancia y comprobábamos que era apenas una abstracción, un punto
de vista.
[III / 2009-2010]
En el mar
cada ola se desplaza sinuosa, pasa desapercibida en mar abierto, cambia a
medida que se acerca a la costa, fluctúa a merced de su propia fuerza, del
viento, la luna e incluso otras olas que llegaron antes, y al chocar se doblan
aún más sus anatomías,
sus
autonomías.
Cuando el
frío aún se rebela contra el vapor de la tierra
escucho en el
mar de mañana
una canción
interminable que se estira y se enrolla.
Cuando no
estás conmigo me da por hablar solo.
***
El mar es ese
amante encabritado que te quita el aliento si te sorprende con la guardia baja.
Amar es un
mar ajeno en que nos sumergimos como a una nueva atmósfera.
Paradizaje,
dijo un amigo.
Muchas veces
la primera ola no es la que te mata sino la segunda.
***
Aquí todos
dicen disfrutar lo autóctono, les gusta caminar alrededor de sus alojamientos y
asumir su extranjería. Quieren salir del huevo pero no se alejan demasiado del
nido.
Se acercan a
los costeños como quien conoce a un aborigen por las monografías de la
secundaria: Oiga, ¿y usted sabe vudú? Ellos corresponden a sus
prejuicios: es el inicio del simulacro.
Cada palapa
está llena de historias, lazos, dobleces que vamos desenrollando, deshojando
como una cebolla en cada visita, porque el que conoce una vez el paraíso hará
lo imposible por regresar.
Los turistas
vienen a inventar historias sobre su contacto con la costa, sus
habitantes y su paisaje. Cada anécdota, cada personaje de la playa es una parte
del hilo de esta inmensa historia que nunca conoceremos por completo, pues en
cada parte del hilo hay nudos que sólo se van desatando con el tiempo.
No sé si a
los costeños les interese conocer la “esencia” de los chilangos, pero seguramente les intrigan esos
tipos que se ponen un montón de crema o spray en la piel y en el cabello, que
vienen a la playa a embriagarse y fumar mota a lo pendejo, que son como niños
pequeños o como connoiseurs del mundo y sólo son unos turistas.
(A nadie le
gusta que un chilango le diga qué hay que hacer
mucho menos a
otro chilango.)
Pero habrá en
cada playa, en cada pueblo, un niño solitario que mira demasiado hacia el mar
en la costa, o hacia las estrellas tierra adentro. Escuchará las historias de
pueblos lejanos y también de su propio pueblo, contada como una historia
extraordinaria, será el eslabón que unirá distancias. Es el surgimiento del
viajero, el nómada, el otrado, como le quieran llamar.
Él no es el
héroe que conquista nuevos reinos
o los
recupera al trono de su elección
su vida no es
el origen de una estirpe
sino el
desierto, río o mar que atraviesa
y la carretera
que evade
como astro de
sus propias penas
¿Y
la gente que le importa? La extraña, pero sólo le queda eso, desear verla
pronto[[R
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