Rosaura García (Puebla, 1987)
Al centro de la plaza se festeja la vida, somos
afortunados al ser espectadores de la celebración, te digo, mientras cubro tu
boca para que no grites, no es conveniente que las miradas se desvíen del
centro y nos apunten, no querremos parecer ajenos al espectáculo. No quiero que
me hagas preguntas con esa mirada, acá no podemos hablar, sé que lo entiendes,
¿lo entiendes, verdad?
Cuando lleguemos a casa, porque llegaremos a
casa, saldremos de aquí, te lo prometo, pensaré en algo, de momento sólo quiero
que disimules, que no te broten las lágrimas, el efecto estésico de la
celebración es demoledor, pero no llores, te reitero, el espectáculo es al
centro de la plaza, sigue mirando y no respires.
Nos ven sin darse cuenta que no somos de aquí,
que deberíamos estar al centro de la plaza, no sé cómo lo hemos logrado, no
entiendo cómo tan rápido cubrí tu boca, sabía que gritarías, me pregunto de
dónde saqué fuerzas para no temblar en cuanto salimos del túnel y subimos a
estas gradas. Fue ese maldito laberinto.
Ninguna referencia conocida hubiese podido
prevenirnos de esto. Ni hambruna, ni bolas de fuego venidas del espacio, ni
máquinas rebelándose, ningún maldito contagio por virus. La aniquilación es hoy.
¿Cómo una visita al centro comercial se transforma en el último día de
nuestra existencia?, o quizá... ¿quizá el primero? Sí, el primero de una nueva
existencia, porque ellos no saben que somos sus víctimas. ¡Claro!, debe ser
así, seguro que debe ser así, es el destino o algo parecido, de lo contrario no
habría elegido caminar por la derecha, entre escaleras y bajo ellas, en el
laberinto, claro, claro que sí. Te digo que festejan la vida, efectivamente, la
muerte es parte de la vida, y eso que ves al centro de la plaza es, es la
muerte, sí.
Han pasado unos minutos y no me acostumbro al
olor de la sangre, a ver a los más jóvenes romper cráneos y reír. Haz un
esfuerzo por no desmayarte, tienen que desmembrar esos cuerpos, les gusta así.
No sé cuánto durará, pero este maldito lugar es enorme, desconozco si su plan
es terminar con los miles que están al centro, si harán una pausa, si llegarán
más víctimas para su sadismo, o si esto sucede al mismo tiempo en cada
civilización.
Empiezo a tener náuseas, tolero la muerte como
parte de la vida, pero no esa violencia, esa maldita irrupción en la cadena,
quisiera matarlos, estrellar un mazo en sus sienes, tal cual lo hacen, tomar su
esternón y mostrarlo al aire después de desprenderlo. Sí, lo quiero, quiero
acabarlos.
Tú,
qué dejaste de mirar y clavas los ojos en mí, sabes bien mi deseo de muerte, y
te pido perdón porque te he asustado, ahora que lo has descubierto, huye sin
sobresaltos. Me he convertido en uno de ellos [[R
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