Geovani de la Rosa (Oaxaca,
1986)
*
Levanto mis membranas visuales: sendero
de la anisotropía, playas en esqueleto, las microondas de
higos
que se reprodujeron en el polo sur de la Vía Láctea:
el equinoccio de un reptil/aurora que se expande a velocidad
viento,
a velocidad nada, a velocidad de pájaro con alas cortas.
Levanto mis células
sensoriales: busco el punto ciego:
el bang boreal del Big Bang.
*
Irradiación en mis pupilas, microondas de un cristalino
arrecife
no observable, la frecuencia coital de sirenas mansas
traspasando
la cosmología de mis aeroplanos hechos piel, hechos materia
sideral: la vida primigenie que se escapa del campo
hipertenso
(hipocampo) para volverse horizonte multicolor, expandible a
lo largo
de muros, selvas, de inviernos vueltos humo por una
luciérnaga
sin luminiscencia que construye aeroplanos
para levantar el vuelo hacia la esquina del universo,
del no espacio-tiempo, viajar hacia las no horas de entrada,
los no principios-códices, viajar allá donde un embrión
danza sobre la masa cósmica de una galaxia ya desaparecida,
anegada por el anciano polvo del universo, por el simple
líquido
de vertebras que se dispersa en la supernovas de mis
pupilas.
*
He recorrido sin punto cardinal de por medio
la curvatura
galáctica de sus cejas pestañas.
Me cautivan de Big Bang, del cúmulo de oscuridad
que gravita en los pistilos cosmológicos de su espalda,
agujero negro, masa-luz sin superficie, simple desarraigo de
asteroides.
Sus cejas pestañas han atravesado estos axiones
no luminosos, estos fotones sin punto de llegada
que acumulo en mis manos como si fueran raras estrellas,
nubes bariónicas que explotan al primer parpadeo, cuando
la densidad del universo enrojece por tanto gas caliente.
Sus cejas pestañas son la Terra Incógnita no percibida por
mis anteojos,
lugar para el que no hay mapas ni brújula certera
que indique su punto cardinal; no hay telescopio –llámese
Hubble o BICEPS2– que reproduzca las chispas, los silbidos
hipnotizadores de sus filamentos escondidos en una ciudad
que lucha contra el reloj viral del universo.
Sólo sé que esas cejas pestañas gravitan, rotan en las
esferas
de mi existencia que pretende curarse el cáncer con los
rayos X
desprendidos de estrellas periféricas que reducen/residen
en la nebulosa-frontera sideral.
*
La sutil temblorina del universo que envejece, sus arrugas
hartas
del espacio-tiempo que proclama evoluciones cuánticas,
mudanzas invertidas
para evitar la muerte, pero derivan en simples bosques
elípticos erosionados
por agujeros negros carentes de estabilidad boreal. Es así,
pongo los ojos en las fluctuaciones embrionarias de dioses
amargados
por el azúcar roja que los electrocuta con el magnetismo
que crean miles de galaxias relativamente orgiásticas;
dioses ya sin alas, ya sin niebla, candidatos
insignificantes que compiten
por el Olimpo térmico/tropical de esta realidad:
humareda de galaxias ya ancianas.
*
Persigo el punto ciego: las partículas cobardes
que me dieron vida, los gérmenes neutrinos que contribuyeron
a mi carne,
la radiación –fotostática, sibilina, homogénea,
supersimétrica, hipergaláctica
o cualquier ingrediente esdrújulo impostado por los
cosmólogos–
que me dio halos, ansias por devorar la oscura materia-madre
de la que partí; quiero ser la expansión cósmica de un
indoloro vegetal
y no andar detrás del
bang boreal del Big Bang [[R
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