Enrique Escalona
(Ciudad de México, 1975)
1.
Acabé la prepa en un
Colegio de Bachilleres y como no me quedé en la UNAM me puse a trabajar en lo
de los micros. Comencé como cacharpo, que es el wey que cobra y va gritando. Lo
mejor de esa chamba era verle las nalgas a las chavas que subían. Había algunas
tan buenas que no podía evitar preguntarme ¿cómo le olerá? ¡Bien manchado! Pero
bueno, les decía que comencé como cacharpo y luego me aventé a manejar, primero
una combi y luego un micro, “una unidad”, como dicen los polis macuarros que
nos joden y roban todos los días. Casi a todos mis amigos les pasó lo mismo, de
la prepa a chingarle, unos de choferes, otros de telefonistas, otros a vender
tacos, muchísimos pusieron puestos ambulantes, otros son agentes de seguridad
privada o de plano raterillos y los más pendejos ganan el mínimo en una fábrica
pedorra.
No es tan malo ser
microbusero, andas dando el rol, encuentras a la banda y te ligas a dos tres,
más si eres rostro como yo, por algo en el paradero me dicen el Roshfrans. Yo
creo que llamo la atención por mis ojos claros y porque soy buen pedo. Todos saben
que no distingo, mejor dicho, no discrimino, me he ligado chavitas fresas muy
guapas, le he dado fire a edecanes sabrosas y hasta a rucas que me echan el
perro y que terminan regalándome marras y perfumes. No niego que también he
andado de calentón con dos que tres gatitas, pero ya lo dice el dicho “agujero,
conque no sea de caballero”.
Lo que me caga del
trabajo es tener que hacer base en el paradero de “El Toreo”, me cae que así
debe ser el infierno. En ese basurero ya ni se ven las entradas al metro, sólo
hay un laberinto de taquerías, tienditas y puestos de ropa. Los que venden son
ñores panzones que se pasan todo el día viendo la tele -porque todos los
puestos tienen tele-, cuando les compras ni te voltean a ver, parecen zombis
los cabrones. Y si hablamos de olores en el Toreo huele a miados y fritangas.
Yo nunca como ahí, pero a la gente le vale madres comer entre la mayerda y los
puestos de comida siempre están llenos.
2.
Les contaré lo del
viernes pasado. Estaba con mi cuate Chuy, bueno con mi amigo, porque ese wey no
es un simple “cuate”, es mi chingón. Nos conocimos en la prepa, como él tampoco
se quedó en la universidad consiguió un trabajo como “ejecutivo de cuenta”, se
oye mamón, pero en realidad reparte medicinas en las farmacias. No está mal su
chamba, le da chance de lujos como irnos a ver pelos al “Colors”, un putero de
avenida Vallejo y Montevideo. Hay unas niñas de poca madre, pura chavita de 20
años, son como nuestra versión en mujer, nada más que ellas pasaron de la prepa
al table. Apenas entramos se nos fueron encima 2 morras, no es por nada, pero
bien que saben cuando llega un cabrón con el que la pueden pasar bien. Ese día
yo llevaba una camisa pegada con los botones abiertos, para que se vea que
estoy peludo, y el Chuy una playera original de la Selección de Alemania que
está bien padrota. Nos veíamos mil veces mejor que el resto de la clientela:
oficinistas borrachos y obreritos que salen chillando porque se quemaron toda
la quincena. Nos sentamos con las 2 putitas, les pagamos sus tragos, nos
trataron chido, nos echamos un privadito cada quien y no tardamos en tener
pedos. Eso pasa cuando te apañas a las mejores pieles del lugar. Dos judiciales
llegaron a mamar, eran panzones y llevaban colgando sus insignias en gruesas
cadenas doradas. Los mandamos a chingar a su madre y como esperábamos sacaron
sus fuscas y nos encañonaron. Le llegamos, con esos weyes ahí muere, son
culeros y tienen permiso de hacer lo que sea.
Al salir meamos la nave
de los judas, especialmente las manijas de la puerta, nada iba a joder nuestra
noche y tomamos un chimeco, uno de esos autobuses adornados con tarros de crema
Nívea que se encienden al frenar. Dando tumbos llegamos a la Posada del Sancho,
un arrabal al final de Avenida Vallejo, abajo del letrero estaba escrito
“bellas damitas”, eso es lo que queríamos. Entramos y pedimos una cubeta de
chelas. El lugar estaba pinchurriento, en el escenario un travesti de unos 130
años cantaba canciones de Lupita D´Alessio. La decoración eran series de
navidad y adornos de Halloween. El travesti acabó de cantar y se fue sin que
nadie le aplaudiera.
Sólo había borrachos
escupiendo en el aserrín que cubría el suelo y el Chuy y yo no dejábamos de ver
si había alguna buenorra, pero nel, puro cabrón. De repente comenzó una música
tropical y salió una ñora bailando, más bien una anciana que agitaba sus
hombros mientras su cuerpo sin curvas se quedaba quieto. Detrás de ella un
mesero comenzó a acomodar sillas en el escenario y todos comenzaron a aplaudir,
el Chuy y yo no entendíamos ni madres. La mujer se sacó las tetas, bajó del
escenario y comenzó a caminar entre las mesas, todos comenzaron a aplaudir al
ritmo de la canción y a gritar como imbéciles. Me dio lástima ver esas chichis
magulladas. La vieja comenzó a tomar de la mano a algunos para que subieran a
la tarima del escenario y cuando vino hacia nosotros se me sentó en las piernas
y agarró mis manos para ponerlas en sus tetas, me dijo “soy de verdad”, quité
mis manos, era como tocar una llanta ponchada. Los de la mesa de al lado
empezaron a gritar “son putos”.
La tipa se levantó y fue
a la mesa de al lado. Agarró a dos y subieron al escenario. Eran 12 cabrones en
total, casi todos sardos, es decir soldados rasos del ejército, traían corte de
pelo a rape y playera blanca con pantalones verdes, pero sobre todo se notaba
por sus caras de macuarrines. La canción tropical terminó y comenzó “November
Rain” de Guns N’Roses. Los tipos bajaron sus pantalones en chinga y comenzaron
a chaquetearse, así nomás, de repente todos estaban con sus pititos de fuera y
jalándosela. Chuy y yo, que creíamos haber visto todo, nos quedamos de a seis.
La ruca comenzó a desnudarse con movimientos supuestamente sensuales, hasta que
quedó en unas horribles pantimedias de anciana que le cubrían hasta el ombligo.
Cuando se acabó de quitar todo dejó ver una enorme panza arrugada. Yo no paraba
de repetir “¡No mames!” y Chuy tenía
cara de querer vomitar. Luego la vieja comenzó a hacerles guagüis a cada uno.
Cuando se las chupó a los doce se sentó en el primero de ellos y comenzó a
montarlo por unos segundos, luego siguió con otro, el tercero no aguantó nada,
se subió los pantalones y bajó del escenario entre burlas. Así siguió tirándose
a todos, unos se vinieron rápido y otros aguantaron la segunda vuelta. ¡Pinches
locos! Yo no podía parar de decirle al Chuy ¡No mames, no mames! Al final sólo
quedaron dos cabrones. La tipa se puso de perrito para que le dieran al mismo
tiempo y cuando uno se vino todos aplaudieron. El ganador se llevó como premio
una botella de Ron Bacardí y una caja de condones. ¡Ya para qué! le dije al
Chuy, que estaba guacareando en la cubeta. Rescaté las 4 chelas sin abrir y nos
fuimos.
3.
No había camiones, así que ni
pedo, caminamos por Vallejo. Siempre están componiendo esa avenida mierdera,
así que pasamos entre baches, escombros y por debajo de la banqueta con carros
rozándonos el culo. Cuando llegamos a la autopista el ruido del tráfico se
calmó. Caminamos en silencio por el acotamiento. Me puse a pensar en cómo sería
este lugar antes de la autopista que le dio en la madre a todo. Quizá todos los
cerros eran verdes y no estaban llenos de casas. Ahora de lejos todo parece
como un nacimiento iluminado, pero sólo de lejos, de cerca son colonias grises
y horribles, de casas amontonadas rematadas con varillas, sin pintar y que
parece que nunca serán terminadas. Supongo que son las cosas que se piensan
mientras caminas por una autopista culera a las 3 de la mañana. Estaba cansado,
tanto, que pensaba que podía entrar a cualquiera de las casas de al lado de la
carretera y descansar. Comenzó a hacer un chingo de frío y no había Luna, pero
detrás de nosotros brillaba la ciudad, como una gigantesca mancha de luz en
medio de un hoyo. Recuerdo que dije al Chuy “qué chingona es la ciudad de
México, me cae de madres”, pero no me contestó, porque iba bien clavado en sus
propios pensamientos [[R
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