Tito Manfred
(Chile, 1983)
00001//El libro inicia
con la imagen de un hombre echado sobre una cama en una pieza devastada. La
escena es más o menos así: el hueón duerme en pelotas, se rasca el culo, suda
como un cerdo. Suponemos es verano. Calzoncillos sucios, sábanas tiesas, calcetines huachos, rollos de
papel confort, una bacinica, huesos de pollo en un plato, latas de Dorada,
muebles hechos pico, una tele prendida en mute en Falabella TV. Una mosca
sobrevuela el lugar. De fondo, un tocadiscos reproduce un tema de los Magnetic
Fields. Sin embargo, no hay ruido, nada hiede, y lo que creemos ver, en
realidad, no está allí. El personaje en cuestión no existe, es una ficción: me
lo inventé. Antes de que apareciera, esta página estaba impoluta y había que
llenarla con lo que hubiera a mano: ripio, escombros, basura industrial y
sangre coagulada uniendo las piezas. No obstante, para continuar es necesario
que creamos en su existencia, como si se tratara del mismísimo Ganesh. Rezamos
uno, dos, tres padre nuestro, por la vida de aquel hombre hecho de nada. Le
asignamos un nombre: Judex, y nos hacemos a la idea de que su transpiración de
cerdo, tarde o temprano, olerá mal.
***
00758//Al individuo este se le ha metido la voz de una mujer en el sueño.
Un trinar de cuervos se presenta. Dice: Hola, mi nombre es..., y luego
pronuncia un nombre de pila que correspondería a ella y que permanece
desconocido para nosotros. Jamás había escuchado de ti, le responde Judex
mientras tantea en la oscuridad en busca de un torso. La falta de iluminación
deja ver bajo su cabeza [una típica cabeza femenina] lo que parece ser el
cuerpo de un insecto con un número indeterminado de extremidades en los bordes.
Aquí, al lector automáticamente le ha surgido desde la memoria la figura de
Gregorio Samsa, bicharraco checoslovaco en lengua alemana. Rogamos formatear
esa clase de imágenes [no se ponga cómodo, Sr. Lector]. Entonces, Judex
enciende la luz y la extraña criatura se le introduce en la boca adhiriéndose a
la glotis. Empieza a articular palabras de otra lengua que transcribe en un
cuaderno de caligrafía. No se entiende una mierda. A partir de aquí
improvisamos.
***
01868//Una muchacha se introduce en el poema, o probablemente sería más
preciso enunciar: una muchacha es introducida en el poema por fuerzas
desconocidas. Ignoramos su nombre, su domicilio, y si creció en un hogar
cristiano donde le infundieran un miedo razonable a Las Palabras. Sin embargo,
para nadie es un enigma su paradero: estos eriazos que aquí ves. Y en efecto,
allí la vemos: con ataque de histeria, presa de un terror innominado, como
intuyendo un destino de muerte; y mientras antes sepa que está en lo cierto,
que de aquí nadie sale vivo, mejor para todos. Una muchacha se introduce en el
poema como se introduce en la noche: para no volver.
***
02146//Figurémonos a una mujer: 23 años, estudiante de arte o literatura,
sexualmente activa, bonita, nada del otro mundo, pero feliz. Luego, a un hombre
loco de amor por esa mujer [aquí no necesitamos descripción]. Ahora,
figurémonos que la joven [la llamaremos Xaviera] sabe que Judex [nombre de
fantasía] muere por ella. No hay necesidad de declaraciones en Youtube,
serenatas con narcomariachis o whatsappeos a la manera del Werther: cada vez
que la mira, sus ojos miopes son dos bocas desafinando canciones de Leonardo
Favio, ponte tú. Xaviera no es particularmente cruel, sólo una chica linda en
conocimiento de que un pobre infeliz daría su vida por ella. Quizás le dé una
oportunidad y vayan un día al cine o a los juegos Diana. ¿Habrá besos? Tal vez.
¿Sexo? Quiénes somos nosotros para descartarlo. ¿Dejará algún día su cepillo en
el depa de Judex? Ese desgraciado lo va a pasar mal. Qué digo mal: como el
forro.
***
02304//El héroe de la saga continúa en su siesta nortina non-stop; ignora
que será el protagonista de las especulaciones de un episodio anterior. De
saberlo, de siquiera sospecharlo, con seguridad se haría el dormido y no
estaría próximo a abrir las pepas. Sueña que una chica se le metió en el sueño
y que de allí no salió nunca más a tomar el aire. Claramente todo es obra de su
subconsciente: las muchachas entrarán y saldrán de la vida de Judex como si su
corazón fuera una puerta giratoria, un cautiverio feliz que dura lo que dura
una canción. Ahora lo vemos en un estado lamentable: hediondo, con las carnes
flácidas, hirviendo en destilados de lo peor; pero alguna vez este fracaso de
hombre tuvo potencial para el baile y el discurso amoroso. Pero tranquilas las
hienas: una ducha al día y ejercicios tres veces por semanas, y este cabro
tendrá todo lo necesario para que le vuelvan a romper el corazón, o para que de
una buena vez tome por asalto la ciudad con un rifle cargado con balas de
plata. Acá en la oficina nos gusta imaginarnos que abre de una patada la
facultad de letras y grita a los cuatro vientos: ¡¡¡Abajo los calzones, chuchas
de su madre!!!
***
03546//Hete aquí un buey reflexionando sobre la escritura [insertar aquí
las onomatopeyas de este animal haciendo metapoesía] y luego embistiendo en una
lengua curiosamente extraña a estas criaturas, y cuyos guturales podríamos
traducir de la siguiente manera: “A ver, culiao, muéstrate el paisaje prometido
en la tapa del libro. Acuérdate que el título de la obra que mi socio acá
sostiene en sus manos dice en letras mayúsculas: Fría ciudad en llamas. Así
que, ¿dónde están el frío, la ciudad, el fuego? Uno esperaría que lo nombrado
en el título apareciera de alguna u otra manera en los poemas. Yo ni sé el absurdo
papel que juego acá, engordado a puras lecturas para el sacrificio, pero me
pongo en el lugar del lector que pagó por este libro en el país Chile, me cruzo
de piernas, y espero con no mucha paciencia que una voz dislocada de la escena
haga alquimia y convierta en oro estas cosas sin brillo: y se haga la ciudad, y
se haga el frío, y se haga el fuego. A falta de instancia más plausible, yo que
soy el bufido [ahora te hablo a ti, jetón] que resuena en tu cabeza mientras
lees estas líneas, aquí me tienes, entero y legible, para patrocinar una
querella contra el autor, la editorial, el distribuidor y el babas que te
vendió este libro sin advertirte que aquí no hallarías una fría ciudad en
llamas, sino conjuntos de palabras como: a) una pieza y un hombre dentro de
ella; b) una ventana con persianas por las que la luz del sol no pasa; c) la
imagen sorda de una urbe, y d) un cerco de palabras que ni rozan lo que
nombran”. Esto ya se ha dicho demasiado. Nadie lo ha dicho.
***
07061//Sólo piensa en las posibilidades, Judex. Pudiendo ser tantos otros,
pudiendo vestirte con la carne de los mejores hombres o las mejores mujeres,
venir a elegir ese disfraz de payaso triste... De qué ropa americana has sacado
ese cuerpo maltrecho, esa personalidad de segunda mano. Hazme caso, Judex,
cámbiate al amarillo amanecer de una vida a la altura de estas ficciones. Ponte
pilas, hueón, esta hoja está en blanco y la estás llenando tú; yo sólo
transcribo. Usa la imaginación, conchetumadre. No hagas tal de quedarte en esa
piel tan mediocre y responder al nombre de Judex, cuando podrías llamarte
Judit, y tener una concha solo para ti todas las noches, y hacer como que tocas
una cítara de carne y fibra. Nadie te está pidiendo que prestes el culo a la
verga más gorda del barrio; hay otros escribiendo desde ese lugar, y nos
aburren. Por el amor de Dios, yo sólo quiero pensarte con vagina y un hambre
terrible. Con tu permiso o sin él, para mí serás durante este recodo del sueño
Judit y te imaginaré viuda hebrea, hija de Merari, superheroína de las sagas
bíblicas; esposa de Ludovico Pío o Edgar el Pacífico, noble funda de picos
reales; hija del almacenero, la colegiala de la mirada pornográfica, la de tus
sueños más húmedos y salados que el mar Muerto. Imagina que tu nombre es Judit
y tienes al alcance de tu mano todas esas hembras que responden al nombre de
Judit. Métete mano, hueón, luego despertarás del sueño de la escritura, y no
volverás a ver mina alguna en cien kilómetros a la redonda, porque estás líneas
probablemente las escribes en un lugar llamado Siberia o en el descampado de tu
mente.
***
17651//Es inminente que Judex se dejará de huevadas oníricas, nadie puede
ser tan pajero; así que más vale situar a nuestro protagonista en una ciudad
antes de que la ciudad emerja por sí sola, y sabemos que no lo hará; y si lo
hiciera, crecería llena de tumores, y Dios nos libre del cuerpo malformado del
niño Urbe. Entendamos, entonces, esta situación como una emergencia: este hueón
empezará a deambular por estos poemas como quien da tumbos por baldíos creyendo
andar en un bosque de araucarias con gorilas culiando con manatíes colgados de
las ramas. Urge que este orden de cosas persista; nadie quiere ver a Judex con
la cara deformada, perplejo, al descubrir que el balcón de su departamento limita
con un frontón para grafitear, jugar paleta o romperse la cabeza. Hagámosla
corta: la sede de las aventuras de Judex será Santiago de Chile, pero
añadiremos arbitrariamente una serie de guiños a la ciudad de origen para jugar
con su percepción de la realidad, sólo por diversión. Por ejemplo, fuera del
encuadre hemos ubicado un piño de patos yecos revoloteando en círculos el lugar
donde algún día caerá el cuerpo sin vida del prócer ariqueño. Judex no logra
verlos, pero escucha a lo lejos su graznido de cerdo y suda frío como si
avanzara por la milla verde.
***
47821//Soñar a Xaviera como quien asesina a Xaviera; soñar a Xaviera y
saber que capacito se muera; soñarla en conocimiento de esta información, de
que se va a morir de puro que la sueñas, de puro que sabes que soñar a Xaviera
es la misma cosa que asfixiarla con una almohada de plumas de ganso y no sentir
el estremecimiento, las piernas sacudiéndose, los dedos de los pies abiertos
como los de un chimpancé, el cuerpo convulso pleno de vida, el signo de la
muerte obliterado por ese montón de plumas. Yo te digo, nada de esto es
literatura, te juro que una porción del objeto del sueño se muere al atravesar
la fase REM o la vigilia aturdida. Es cuestión de abrir los ojos, o escuchar el
timbre de la micro, para que algo que nada tiene que ver con la nostalgia o la
melancolía o los paseos en bote en el Parque Quinta Normal, nos golpee
maleteramente en la guata; y no es un resonar de tripas, sino la señal de que
la mujer o el hombre que soñaste ya no existe más. O al menos así lo cree
Judex. Según él, que nunca se ha considerado a sí mismo un supersticioso, el
sueño funciona como ciertas tribus aborígenes entienden la fotografía: dibuja a
alguien en tu cabeza mientras duermes [y mejor si hay cuentas pendientes,
deudas impagas, cuchilladas a traición], y ya verás como empieza a desmoronarse
y echar de menos un alma. No te imaginas la pila de muertas que guarda Judex en
su memoria: un patio trasero con cuerpos desmembrados a medio enterrar, cuerpos
a los que vuelve cada tanto para culiárselos como no se los culió en la vida de
a de veras. Ya viene siendo hora de que alguien sueñe a este cabrón.
***
56937//A veces me temo que Judex es un VHS en blanco reproduciéndose en
repeat mode en un salón de exhibiciones, y que mi trabajo es producto de un
programa del gobierno, que me tienen aquí construyendo una muralla china sólo
para mantenerme ocupado. ¿Quién era yo antes de que me redujeran a esto, la voz
de un hombre que no existe, o la voz de una voz? Y si alguna vez fui ese
hombre, ¿quién habló por mí?
***
97246//Un rayo de luz se filtra a través de las persianas: semen
escurriendo entre las piernas blancas de una niña. Luego otro. Y otro más.
Numerosos los filamentos perforando la oscuridad de una habitación donde hasta
hace unos segundos lo único que brillaba era la idea de un sol erecto sobre un
baldío sodomita: boca sedienta presta a mamar de la leche de un sol caballo.
Picor de ojos en el muchacho que rumia un sueño de meses sumido en la profunda
inconciencia [una ampolleta de 20 watts] de haber caminado entre los despiertos
y haber sido derrotado. Puro hablamiento, gastadero de lengua, saliva
chorreando por las puras, para decir que los rayos solares se cuelan por la
ventana de una pieza a oscuras y que el hueoncito que yace en la cama comienza
a despertar.
***
99999//Judex amanece en perfecta
sincronía con la muerte que se esparce en las playas de este lado del mundo,
aguas como cementerio de mascotas para el dios Ra. El último fulgor de un sol
listo para la foto que se reencarnará mañana en uno distinto y peor, le da de
lleno en el entrecejo y no tiene más remedio que despertar. Abre los ojos y no
entiende nada. Ponemos palabras en su boca: ¿Dónde estoy? Mira a su alrededor y
comprende. Luego insiste: ¿Pero qué día es? Lo dice siempre en voz alta, como
esos personajes de teleserie mexicana que exhiben cierta incapacidad para
retener sus pensamientos en la cabeza, o simplemente creen que sin alocución
nada es real. Nosotros también lo creemos: si no hacemos hablar a este
compadre, ya sea con discurso directo/indirecto o con sus acciones, se nos
muere aquí la idea de libro que soñamos y hacemos como que escribimos. Judex se
yergue, se aproxima a la ventana, abre las persianas, mira la noche caer, y
piensa —porque esto no lo ha dicho, sino que ha sido extraído de su mente con
una técnica que reiteraremos en aquí en más—: Ya incendié todos mis sueños; es
hora de hacer lo mismo con la ciudad. Chillarán los culiaos como chillan las
hormigas bajo una lupa. He aquí mi corazón, instrumento óptico para quemar
hombres, mujeres y niños [[R
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